Si puediera tocar su manto.



Pensaba: «Si al menos logro tocar su manto, quedaré sana» (Mateo 9:21).
 

Jesús iba a casa de un dirigente judío, su hija acaba de morir.

 

Camino aquel lugar en medio de la multitud una mujer que hacía doce años padecía flujo de sangre, dice: -Si tan solo pudiera tocarle quedaré sana. Esta mujer por su condición reconoce que no podría tocar, hablarle o compartir con nadie, pues era considerada inmunda en la región por el flujo, pero ella insiste en su milagro, en medio de la multitud sigue buscando la ocasión de tocarle y ser sana, su fe elimina todo prejuicio en ella pues solo quiere su milagro, y sin importar que tantas personas habían, le toca e instantáneamente fue sana. 

 

Fue un acto de fe tan grande, que Jesús pregunta: -Quién le había tocado. Una fe que mueve al maestro se describe en este acto y aquel milagro fue afirmado indicándole ser sana. 

 

Tan solo tocar el manto de Jesús es suficiente, un momento en su presencia lo puede todo, podemos acercarnos confiadamente de que no reprenderá nuestra condición de pecador, mas bien exalta el acto de fe con el que nos movamos para llegar a El. Es la fe la que nos lleva a mirar lo imposible, sin importar que tanto tiempo llevemos una carga un día nos será dicho: Tu fe te ha salvado. 

 

La historia cambiará cuando al pasar el Maestro, confiadamente iremos a su presencia y allí recibamos el milagro más grande: La salvación. 


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