La venganza: una espada de doble filo.

 



La venganza se define como la satisfacción que se toma por el daño recibido. Por un lado es la percepción de justicia por malos actos y por otro la acción de dañar en respuesta a una ofensa percibida. Por lo general no obra en sentimiento de justicia, más bien de enojo por un dolor causado. La Biblia nos habla de que Dios actuó en venganza en diversas ocasiones, pero siempre enfatizó al hombre no aplicarla por sí mismo sino descansar en su soberanía. Dios obra en justicia, mientras que el hombre es bajo enojo. 

Como cristiano tenemos el deber de renunciar a la venganza y descansar en Dios, en la medida de lo posible somos llamados a buscar la paz y considerar hacer lo recto, Dios tiene control aún de las situaciones que nos parecen imposibles de llevar mientras que nuestro enfoque es el de seguir actuando en rectitud. Solo de esta manera hemos vencido, no al hombre, sino a nuestra naturaleza pecaminosa (Rom. 12:19).

Jeremías en una ocasión dijo: Se me acabaron las fuerzas, Y mi esperanza que venía del Señor (Lam. 3:18), a causa de las aflicciones en donde sentía que Dios se olvidó de él, aún así reconoció que su fidelidad se renueva cada mañana, y por esto reconoce la importancia de examinarse a sí mismo, descansar en la soberanía de Dios y su justicia la cual paga conforme a las obras. 

La satisfacción de ver cumplida la justicia debe llevarnos a glorificar a Dios y no jactarnos en el orgullo de creernos poderosos, David al ser librado de sus enemigos exclamó sobre las maravillas de Dios en lugar de atacar a Saúl o gozarse de su derrota, su gozo radicaba en la justicia de Dios y ver que nunca le abandonó en el proceso (Sal. 18:47).

En Prov. 6:34, nos habla sobre los pecados del adulterio y las consecuencias, en el verso citado recalca sobre el proceder de la venganza del hombre, la cual no toma en cuenta el perdón, a diferencia de Dios el cual actúa en justicia el hombre actúa bajo la emoción lo cual si no es controlada puede destruir incluso a sí mismo. 

Cuando el pueblo de Dios fue cautivo por Babilonia, estos clamaron a Dios, y en el juicio declarado a ésta se le describe como alguien que solo dice: Yo y nadie más. El carácter de quien oprime y provoca la venganza de Dios es de quien confía solo en sí mismo y cree que nunca el mal le vendrá, ignorando que sus obras provocan la exposición a la vergüenza y juicio (Is. 47:3). Si somos nosotros mismos los que provocamos el oprobio, creeremos también que vergüenza y juicio es también lo que se enfrenta. 

A pesar de que la venganza es vista como negativa, Dios acciona en ella bajo justicia y perdón, por lo que su fin trae pago según obras tomando en consideración que da oportunidad de arrepentimiento, pero el hombre solo opera en ella para destrucción cegado por el celo enfermizo y del cual nunca para hasta llegar al punto de cometer actos de los cuales se arrepentirá sin poder remediar en ocasiones. Entonces, como hijos de Dios, sí deseamos venganza en medio de la aflicción pero descansando en la soberanía de Dios. 

El peligro de la venganza es la retribución de los actos, el hombre al obrar en justicia pecaminosamente también aplica una espada de doble filo que de no haber obrado justamente se le devuelve, convirtiendo esto en una lucha sin fin, pues quien actúa desmedidamente en venganza recibe en igual magnitud. En cambio descansar en Dios trae recompensa pues su venganza trae salvación, es decir, descansar en Dios redime de culpa y todo acto del cual podamos arrepentirnos, y es que Dios es perfecto pero nosotros de naturaleza pecaminosa por lo que fácilmente podemos traspasar la línea de la justicia y solo satisfacer nuestro ego. 

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