Yo creo!



Taré, padre de Abram, sale con toda su familia en dirección a Canaán, pero decide quedarse en Harán. Harán tiene varios significados entre ellos: camino, montañés, fuerte, iluminado, etc.  Tomando en cuenta que era una ciudad que conectaba estratégicamente con otras, era un lugar comercial y de importancia económica. La tierra de Canaan por otra parte guarda el significado de bajo o llano, en varias ocasiones Dios la nombraba como la tierra que fluye leche y miel; aquella ciudad era un terreno fértil e ideal para fundar una ciudad. Inicialmente Taré iba camino hacia Canaán pero en el camino encuentra la ciudad de Harán la cual le ofrece beneficios. Cuantas veces no caminamos con un objetivo firme pero el presentarse una mejor oferta nos desvía del propósito, aveces no son los obstáculos los que nos paralizan sino las distracciones disfrazadas de mejores ofertas las que nos estancan el camino. Cabe destacar que la promesa estaba sobre Abram, por más que Taré quisiera llegar a tierra de Canaán, no era el propósito divino que llegara aquel lugar, por más que queramos llegar a un sitio ni aunque luches con todas las fuerzas entrarás cuando no es el lugar que Dios te dijo que te llevaría.

La promesa de Dios escoger un pueblo para si, se inicia con el llamamiento a Abram, cuando le pide que salga de su familia y comodidad que tenia en Harán para ir a lugar que aunque fuera bueno debía pelear, no le revela nombre, solo le dice yo te la mostraré. Allí Dios le promete bendecirle y estar con él en todo tiempo. No debemos sorprendernos cuando a pesar de gozar de estabilidad y buen lugar Dios decida movernos a sus propósitos, sin duda la tierra prometida siempre será mejor que lo que humanamente podemos apreciar. Los planes de Dios no siempre son revelados  detalles, el te dice muévete pero no te indica el lugar exacto, es solo cuestión de creer que no importa a lo que tenemos que renunciar sus planes siempre serán mejores que los nuestros. Llegar a la tierra prometida y comenzar una nación como Dios manda implica renunciar a todo tu pasado, incluyendo comodidad, costumbres y lazos, para recibir lo nuevo de Dios es necesario ser nuevos. La promesa de ser benditas en Abram todas las familias de la tierra es una promesa que nos alcanzó por medio de su hijo Jesucristo. 

Cuando Dios le dio orden a Abram de salir de aquel lugar, este obedeció en fe. Tenía ya avanzada edad. Y sin importar su condición caminó a donde Dios le dirigía sin poner como excusa su esterilidad, edad avanzada o que ya tenía una vida realizada. Crear una nación implicaba tener un hijo, y aunque era imposible decidió creer. 

El camino que emprendió Taré fue interrumpido por una mejor oferta, más Abram salió a Canaán y a la tierra prometida llegó. Entonces en aquel lugar Dios confirmó y dijo: Esta es tu promesa. Si, Abram no conocía el lugar específico, si de lo movió al lugar que tenía prometido, si es la fe la que nos mueve seremos correctamente dirigidos al propósito de Dios, y cuando estemos allí Dios confirmará la palabra y dirá aquí es. Aunque no tenía ni una porción de tierra, solo una promesa aquel hombre creyó y adoró. La fe nos lleva a creer firmemente que Dios cumple su palabra y adorarle, el hombre que cree no necesita evidencia para adorar, solo le basta creer, aquí es donde se evidencia que no eran los beneficios los que llevaban a Abram a servir a Dios sino la fe, de creer que el mejor bien que poseía era la patria celestial. 

La fe que sostuvo le hizo ganar el título de “Amigo de Dios”, su fe le llevó a la obediencia, su fe le llevó a creer que la mejor herencia era aquella cuyo constructor y arquitecto es Dios. Si Dios es el diseñador existe la confianza de que todo es mucho mejor a lo que humanamente podamos alcanzar, el hombre no es perfecto y lo construya puede tener errores, pero Dios todo lo que hace es bueno, agradable y perfecto como se describe su voluntad en la palabra. Si es Dios quien tiene el timón sabemos qué hay seguridad.

De esta bendición hoy gozamos todos los que también hemos creído qué hay una patria celestial que nos espera, que por fe caminamos y alcanzamos sus promesas y que no nos aferramos a pasado, pues cuando Dios llama se le obedece. Así como el inició aquel proceso para su nación, así inicia una obra de redención en nuestra vida la cual se hace manifiesta cuando le creemos y obedecemos.

En la simiente de Abram fue recibida la heredad terrenal, y en la simiente de Cristo recibimos la salvación como herencia. Si permanecemos en Cristo con seguridad alcanzaremos la promesa. 

Dejemos atrás todo lo que Dios demanda y veremos como sus promesas se cumplen y con seguridad llegamos a la tierra prometida. 


Génesis 11:31/12:1-9

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