¡Tú puedes dominarlo!




 

¨Entonces el Señor le dijo: ¿Por qué estás tan enojado? ¿Por qué andas cabizbajo? Si hicieras lo bueno, podrías andar con la frente en alto. Pero si haces lo malo, el pecado está a la puerta para dominarte. No obstante, tú puedes dominarlo¨ (Génesis 4:6-7).

Detallando un poco la historia: Caín, labrador de la tierra, y Abel, pastor de ovejas, eran hijos de Adán y Eva. Ambos hermanos llevan una ofrenda a Dios, de la agricultura, los frutos, y del rebaño, lo mejor. Al Dios mirar con agrado la ofrenda de Abel al dar lo mejor de sí, Caín cambia su semblante.

 
Aquí es donde Dios describe la primera señal de un corazón contaminado: Andas cabizbajo; luego una pregunta que le invita a verse a sí mismo: Si hicieras lo bueno, podrías andar con la frente en alto; le sigue una advertencia: El pecado está a la puerta para dominarte; y finalmente una solución: ¡Tú puedes dominarlo!.


La palabra nos detalla que existen síntomas de que algo no va bien en nuestro corazón, es decir, señales de que lo que estás haciendo no honra a Dios y por tanto no le agrada. Quien ha dejado que raíces de amargura crezcan en su corazón, sea por una ofensa, un pasado doloroso, aptitudes adquiridas de una crianza, un fracaso, diferencias con alguien, etc., por mas que quiera ocultarlo, habrá una discrepancia entre lo que dice y hace o muestra con sus actos.


Una vida que honra a Dios es una ofrenda de olor grato para Él. La gracia de Dios borra todo pasado, nos hace libre y permite que podamos caminar confiadamente. 
Cuando dejamos que nuestros sentimientos nos dominen damos poder al pecado en nuestra vida, llevándonos en ocasiones a cometer actos de consecuencias irremediables.


La buena noticia es que Dios nos ha dado poder de dominio propio, su Espíritu nos habla sobre aquello que no agrada a Dios y debemos renunciar. El perdonar a otros y pedir perdón nos libera. Ser sinceros y pedir a Dios que nos sane nos dá fortaleza.

 

Oremos a Dios que quite de nuestro corazón lo que no le agrada, si hay algo que te hace cambiar el semblante, pide a Dios que te haga libre, pues quien camina en Santidad no tiene de qué avergonzarse!

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